Buscando a alaska pdf




















Explora Documentos. Resumen Buscando Alaska. Compartir este documento Compartir o incrustar documentos Opciones para compartir Compartir en Facebook, abre una nueva ventana Facebook. Denunciar este documento. Marcar por contenido inapropiado. Descargar ahora. Carrusel anterior Carrusel siguiente. Buscar dentro del documento. Ambiente sicolgico : Soledad, amor, amistad, felicidad, sufrimiento. Documentos similares a Resumen Buscando Alaska.

Susana LoGaz. Persefone Eulogia. Ignacia Chirino castillo. Alejandro Palacios. Popular en Politics. Pia Camila Santander. Cleaning Closet. Jesus Dijo Arrepentios. Jose Manuel Miras Lopez. Oscar Nagel. Jovanni Caballero. Daniel Menejes Montesinos. Gustavo G Beto. Arlly Santos. Evelin Dailith Lavalle Polo. Johan Escobar.

O las de Robert E. Ya tienes la comida. Ya tienes la crema. Hay que entender que entre todos, incluso entre los Guerreros Semaneros, Alaska es famosa por sus travesuras. Gordo, mmm, Gordo, necesitas un cigarrillo. Vamos a caminar. Pero no una soplona. El Coronel se toma demasiado en serio todo eso del honor y la lealtad, por si no te has dado cuenta.

No lo entiendo. Pero bueno. Me di la vuelta hacia la pared y tire los cobertores sobre mi cabeza. El misterio perdurable de su sonrisa traviesa, casi burlona. Cinco capas entre nosotros. Tengo mucho que hacer. Hay una travesura que planear. Porque es un alumno muy concienzudo. En realidad no tengo un Tres, pero Uno y Dos son lo suficientemente buenos.

Mis pantalones de pana. Dos capas. Las rayas de mis pantalones de pana estaban marcadas en su mejilla. Muchos de mis amigos se van a quedar —mentira— y tengo mucho trabajo que hacer —mentira doble—. Ja, ja. Alaska me dijo que te quedas. De todos modos, me siento un poco culpable por abandonar a mis padres. Si la desamarras del ancla que es Jake, que Dios se compadezca de todos nosotros. Y, por regla general, me gusta evitar los dramas.

Y estaba en lo cierto. Era tonto sentirme tan desilusionado como estaba. Pasado un rato se detuvo y dijo: —Cava. Estaba bebiendo en los terrenos de la escuela. Nos recostamos en los pastos altos, entre el campo de futbol y el bosque. Puso una mano en mi pierna. Su mano, justo arriba de mi rodilla.

La palma, lisa y suave, contra mis pantalones de mezclilla. Y una capa entre nosotros. Mis labios se separaron para hablar y antes de que pudiera empezar a pronunciar las palabras, ella dijo: —El laberinto no es vida o muerte. Hacer el mal y que te sucedan cosas malas. Pero siempre hay sufrimiento, Gordo. Tarea o malaria o tener un novio que vive lejos cuando hay un chico bien parecido acostado junto a ti.

El sufrimiento es universal. Mis ojos sin parpadear sobre los suyos. Su rostro enrojecido por el vino. No lo arruines. Sesenta y siete de arriba abajo. Ochenta y cuatro de derecha a izquierda. Absoluta tortura. Uy, pobrecito Gordo. En la pared opuesta, un cartel con un Ferrari rojo. Dime lo que les encanta a estos cuates.

Trabaja para conseguir esa apariencia. Todos estos chicos lo hacen. Sin esfuerzo dio una voltereta para salirse por la ventana medio abierta. Vamos al Agujero a fumar. El sexo es muy divertido. El sol es muy caliente. Ella empujaba las ventanas traseras mientras que yo miraba para todos lados para asegurarme de que nadie anduviera cerca. Encontramos bastantes revistas porno metidas a diestra y siniestra entre colchones y box springs.

No es encantador. Empezaba con una mujer parada en un puente con las piernas abiertas, mientras un tipo, arrodillado frente a ella, le practicaba sexo oral.

Yo ya estaba mirando, lo cual sobra decirse. Parece tortura. Esos no son un hombre y una mujer. Son un pene y una vagina.

Esto es lo que le puede suceder a las mujeres, Gordo. Esa mujer es la hija de alguien. Esto es lo que ustedes nos hacen hacer por dinero. No pude. Estaba bien, dijo. Era sano. Estoy durmiendo. Ni siquiera tener sexo. Me sorprendes. Ni siquiera era un remolque muy alto. Dijo que era sexista dejarle la cocina a las mujeres, pero era mejor tener buena comida sexista que comida basura preparada por chicos. Pero tengo que capturarlo en tu computadora cuando regresemos.

Era el mismo Coronel, pero en un contexto del todo diferente. Alaska me miraba con una frecuencia desconcertante mientras manejaba, sobre todo desde que empezamos a bajar por una autopista estrecha y con colinas al sur de la escuela, rumbo a la ya mencionada tienda de Licores Coosa.

Pero nosotros necesitamos alcohol. Yo tengo uno. Sigue siendo chistoso. Es todo. Y no lo culpo. Pero de todas maneras arruino todo. No quieres a la zorra loca, malhumorada. Hablaron muy poco acerca de su viaje a Londres. Eso es curioso de los padres. Es bueno tener personas que se sientan culpables por ti, a pesar de haber podido vivir sin que mi madre llorara en cada cena familiar. Son personas tan lindas. No importaba que no me gustaran ni los huevos ni los macarrones con queso.

Lo que necesitamos es una pretravesura que implique un ataque a Kevin y a sus secuaces. Son inquietantes. Este fin de semana, ya que hay Luna nueva, nos quedaremos en el granero. Vomitar te hizo lucir Es como si te hubieras saltado el tercer grado — dijo Alaska. No es necesario que te metas en problemas Entonces, voy a fumarme un cigarro. Me fui. El Coronel estaba siempre con Alaska y yo no estaba invitado. Mi respuesta a la pregunta era lo suficiente directa, en realidad.

Piensa en negro. Nos vemos el domingo. Eran las horas. Resulta que el rumano es un idioma. Todos estaban sentados sobre las bolsas de dormir. La idea fue de Alaska —se rio—. Finalmente, el "Frente tres. Porque no lo soy —dijo Takumi. Solo estamos, ustedes saben, haciendo un poco de ruido.

El plan estaba trazado y no dejaba espacio para errores. Yo me fui con Takumi. La puso sobre la suya. Mi gorro de zorro. Solo se trata de correr. Mis piernas son buenas. Es solo correr. Corre, corre, corre, corre, corre. Y fuimos. Era mi turno de hacer el conteo. Para ahora, con seguridad ya estaba afuera. Los fuegos artificiales explotaron. Detenerse no era parte del plan. Nadie puede atrapar al Zorro. Takumi contaba. Empezaron los tronidos. Era mala publicidad.

Nos levantamos. Un minuto. Esto era clave para el plan. Demasiado cercano a los salones de clase para correr hacia otro lado que no fuera el frente del lago. El cisne. Aleteaba furioso mientras se nos acercaba.

Luego dimos vuelta a la izquierda. Estaba preocupada. En pijama. Regresamos al granero, un poco avergonzados por haber reaccionado de esa manera. Y se lo facilitamos. Primero que nada, no nos van a atrapar. Segundo, si lo hacen, yo lo asumo junto con Alaska. Si nos pican, sangramos. Nos pasamos la botella hasta que lo pude sentir en mi panza, avinagrado y tibio.

El Coronel tampoco puede soltar ritmos. Y ya salimos. El tibio vino rosado de la botella, con el queso y las galletas saladas, formaron una buena cena. El mejor narrador no tiene que beber. Brincamos por las piedras en el arroyo, que suena tonto pero no lo es. Digo, no hice nada. Lo que sea. Me gustaron los osos. A ella le gustaron los monos. Fin de la historia. Yo pierdo. Con todos los padres. Y no la voy a comprar con una hipoteca. Al abrir la siguiente botella. Hay cosas peores que reprobar.

Es para los impuestos. Tuvo uno budista, y la cremaron, pero antes de eso estaba sobre una… bueno, no era tanto budista. Bueno, el caso es que estaba sobre una… como una pira funeraria o lo que sea. Tu turno, amiga. Yo gano. Ustedes beben. Lo hacen todo el tiempo. Luego dejamos de hacer preguntas. Llega un momento en que nos damos cuenta de que nuestros padres no se pueden salvar ellos mismo ni salvarnos a nosotros, que a todos lo que navegan por el tiempo, tarde o temprano, la corriente los arrastra hacia el mar, y que, en pocas palabras, todos nos vamos.

Todos nos vamos. Nada de esto se lo dije en voz alta a ella. No lo hice entonces ni nunca. Y yo que intentaba ser sexy. Para nada. Lara estaba envuelta en mis brazos, plegada en mi cuerpo. Es hora de moverse. No grites. Hice el esfuerzo de no exhalar cerca de Lara mientras ella se desenredaba medio atontada de la bolsa de dormir.

Caminamos lado a lado por el sendero de tierra deslavado de vuelta a la escuela. El Zorro no puede con Strawberry Hill. Pero no lo vi en el gel. En el cabello de Jeff no se nota para nada. Pero Longwell y yo tendremos que conformarnos con el look de marineros. Hablaremos cuando hayan terminado, supongo. Pero nos besuqueamos. Estoy un poco adolorido, por lo del cisne. Como de la nada. Era tan atrevido. Digo, no lo creo. En detalle. Le di un beso de despedida.

A Gordo le chuparon la salchicha. Estoy demasiado borracho. Cero capas entre nosotros. Yo pensaba que la lengua era de lo que se trataba todo, pero ella era la experta. Esa bestia maldita, el drama se acerca. Nos movimos juntos, mi cuerpo entre sus piernas. No tuvimos sexo. Nunca nos desnudamos. No importaba. Por favor.

Enciende el carro cuando oigas el segundo cohete. Nos fuimos. No le dijimos: "No manejes. No le dijimos: "No te dejaremos manejar ese carro perturbada". No le dijimos: "Insistimos en ir contigo". Todo, cualquier cosa, puede esperar". Demasiados reportes de progreso. Demasiado tomar en tan poco tiempo. No lo hagan. Pero necesitan ir al gimnasio ahora mismo. Debe tratarse del Anciano ahora.

Al pobre bastardo ya no le quedaban muchas respiraciones. Tan, tan borracho no estaba. El gimnasio ya estaba medio lleno para cuando llegamos. Estaba llorando, sin hacer ruido. Su boca. Es una broma. Vi a Kevin, con su corte militar y la cabeza escondida entre sus rodillas. Luego vi al Coronel, con las rodillas dobladas hacia el pecho, acostado de lado en las gradas. El Coronel gritaba.

Lo siento mucho. Lo siento. Era tarde. Demasiado cercano a los salones de clase para correr hacia otro lado que no fuera el frente del lago.

Aleteaba furioso mientras se nos acercaba. Luego dimos vuelta a la izquierda. Estaba preocupada. En pijama. Y se lo facilitamos. Primero que nada, no nos van a atrapar.

Segundo, si lo hacen, yo lo asumo junto con Alaska. Si nos pican, sangramos. Nos pasamos la botella hasta que lo pude sentir en mi panza, avinagrado y tibio. El Coronel tampoco puede soltar ritmos. Prueba hacer algunas rimas y luego me lo pasas. Y ya salimos. El tibio vino rosado de la botella, con el queso y las galletas saladas, formaron una buena cena. El mejor narrador no tiene que beber. Brincamos por las piedras en el arroyo, que suena tonto pero no lo es.

Lo que sea. Me gustaron los osos. A ella le gustaron los monos. Fin de la historia. Yo pierdo. Con todos los padres. Y no la voy a comprar con una hipoteca. Al abrir la siguiente botella.

Hay cosas peores que reprobar. Es para los impuestos. Tuvo uno budista, y la cremaron, pero antes de eso estaba sobre una Bueno, el caso es que estaba sobre una Tu turno, amiga.

Yo gano. Ustedes beben. Lo hacen todo el tiempo. Luego dejamos de hacer preguntas. Llega un momento en que nos damos cuenta de que nuestros padres no se pueden salvar ellos mismo ni salvarnos a nosotros, que a todos lo que navegan por el tiempo, tarde o temprano, la corriente los arrastra hacia el mar, y que, en pocas palabras, todos nos vamos. Todos nos vamos. Nada de esto se lo dije en voz alta a ella. No lo hice entonces ni nunca. Y yo que intentaba ser sexy.

Para nada. Lara estaba envuelta en mis brazos, plegada en mi cuerpo. Es hora de moverse. No grites. Hice el esfuerzo de no exhalar cerca de Lara mientras ella se desenredaba medio atontada de la bolsa de dormir. Caminamos lado a lado por el sendero de tierra deslavado de vuelta a la escuela.

El Zorro no puede con Strawberry Hill. Pero no lo vi en el gel. En el cabello de Jeff no se nota para nada. Pero Longwell y yo tendremos que conformarnos con el look de marineros. Hablaremos cuando hayan terminado, supongo.

Pero nos besuqueamos. Estoy un poco adolorido, por lo del cisne. Como de la nada. Era tan atrevido. Digo, no lo creo. En detalle. Le di un beso de despedida. A Gordo le chuparon la salchicha. Estoy demasiado borracho. Cero capas entre nosotros. Yo pensaba que la lengua era de lo que se trataba todo, pero ella era la experta.

Esa bestia maldita, el drama se acerca. Nos movimos juntos, mi cuerpo entre sus piernas. No tuvimos sexo. Nunca nos desnudamos. No importaba. Por favor. Enciende el carro cuando oigas el segundo cohete. Nos fuimos. No le dijimos: "No manejes. No le dijimos: "No te dejaremos manejar ese carro perturbada". No le dijimos: "Insistimos en ir contigo". Todo, cualquier cosa, puede esperar". Demasiados reportes de progreso. Demasiado tomar en tan poco tiempo. No lo hagan. Pero necesitan ir al gimnasio ahora mismo.

Debe tratarse del Anciano ahora. Al pobre bastardo ya no le quedaban muchas respiraciones. Tan, tan borracho no estaba. Estaba llorando, sin hacer mido. Su boca. Es una broma. Vi a Kevin, con su corte militar y la cabeza escondida entre sus rodillas. Luego vi al Coronel, con las rodillas dobladas hacia el pecho, acostado de lado en las gradas. El Coronel gritaba. Lo siento mucho.

Lo siento. Era tarde. Iba por la carretera justo al sur del centro. Una patrulla acababa de llegar a la escena. Creo que estaba muy embriagada. Lo siento tanto. El Coronel y yo regresamos en silencio a nuestro dormitorio. Sus pies son muy grandes, demasiado grandes para su cuerpo corto, y los nuevos zapatos tenis, que usa desde que se orinaron en los viejos, se ven casi como zapatos de payaso.

Tenemos que levantarnos. El Coronel se da la vuelta, levanta el rostro del piso, me clava la mirada y me dice: — No. Lo siento tanto, Miles.

Manejar borracha. Me tengo que ir. Ella estaba muerta. Y ahora. Pero ella fue quien les puso el nombre. Eso fue en quinto de primaria. Nunca ensaba bien maldita: pulsiva. Te equivocas en una cosa y ella va y se muere. Me estoy volviendo loco.

Me voy a caminar. Me siento tan revuelto por dentro. Siento como si pudiera morirme. Nunca sabes. Es como un zas. Y te fuiste. Cuando menos no hubo dolor. Hubo dolor. Nada es al instante. El arroz al instante tarda cinco minutos. Gracias a Dios que soy un hombre de litera inferior. Nada de besarnos. Bueno, sesenta y siete de ida.

Sesenta y siete de regreso. No, ciento treinta y cuatro. En la foto en blanco y negro trae su camiseta anaranjada de tirantes y los pantalones de mezclilla recortados que le llegaban hasta la mitad de sus muslos delgados.

Con la boca bien abierta en una risa congelada, su brazo izquierdo tiene a Takumi en una llave de cabeza. Su cabello cae apenas sobre su rostro, lo suficiente para oscurecer sus mejillas. Yo estaba tan cansado de aguantar su drama. No me la puedo poner para un funeral. No la puedo utilizar para colgarme. Le di una corbata. No te mueras. Yo dije: — Chip, ya se fue. Simplemente se fue.

Alaska, te amo. Te amo. Enfurecerse no lo iba a componer. Maldita sea. Su biblioteca de Vida. De una venta de garaje saliste y a otra venta de garaje regresas. Bueno, a lo que venimos. El Coronel estaba sentado en el suelo junto a su cama, con la cabeza inclinada hacia el piso, mirando debajo. El resto eran las tinieblas. El pasaje entero estaba subrayado en tinta negra, sangrada, empapada por el agua.

La manera de salir del laberinto, supongo. Fuera del laberinto. Pero no. Por supuesto. No tiene sentido. Las preguntas del pensamiento religioso se han vuelto, sospecho, personales. Porque todos los que alguna vez han perdido su camino en la vida han experimentado la insistencia de esa pregunta. Como si a BrookeBlakely le importara un cacahuate Alaska. No la quiero. Es una idiota. El Coronel estaba sentado en su escritorio, encorvado sobre un cuaderno. Ella te besa. Esa noche, alguien llama.

Jake, supongo. Estaba fajando conmigo. Pero claro que importaba. En realidad no lo quiero saber. Y la detesto por ello. Ya no podemos hablar con nadie. Hablar con los testigos visuales. Me siento mal por ti. De verdad. Y, como fuera, estaba bien. Simplemente se fue con todo. Seguro estaba lo suficiente sobria para girar el volante.

No la vi. No hubo mucho tiempo. Eso es estar borracha, sin lugar a dudas. Muy borracha. No hay manera de saberlo ahora. Usted hizo su trabajo y lo apreciamos. Los tulipanes de Jake. Eso no nos hace menos culpables. Es como si ahorita solo te importara la Alaska que inventaste. Simplemente normal. Seguiremos buscando. Amenaza verbal de suicidarse. Regalar objetos queridos. Uso o uso incrementado de sustancias para alterar la mente. La semana pasada hice una broma sobre colgarme con una corbata.

Y eso nosignifica que me vaya a dar cuello. Dios, soy un genio. Y sus calificaciones no eran buenas. Yo estoy bastante enojado, Gordo. Mira, Gordo, evidentemente no estaba pensando en suicidarse cuando estaba fajando contigo. No la quiero detestar. En internet encontramos que el suicidio por lo general implica planes bien estructurados. No fue suicidio. Quiero decir, como si Alaska le fuera a hablar a HollyMoser. Eso es todo. Tuve suficiente. Ahora, dame mis cigarros.

Yo estaba borracho. La odiaba por no quererme. Los cuerpos se van apilando. Me hizo diferente. Porque yo estaba bien antes, Alaska. No recuerdo, porque nunca lo supe.

Vamos a perseguir otras instancias antes de eso. Una mujer tan fuerte que hace arder el cielo e inunda el infierno. No puedes quemar un lugar inventado. Ella medio se lo preguntaba. Es bastante complicado. Piensa que soy un aburrido. Pero no vas a dejar que un detalle como ese te impida beber. Pero el Coronel estaba tan concentrado en el juego que ni siquiera se dio cuenta. Necesitamos hacer esto solos. Ya tuve suficiente de esa mierda. Por eso de que es medicina. Lo que estamos haciendo es un poco peligroso y no quiero que te enredes en esto.

Nos va a detestar. Es horrible. Pero la escuela es importante. Espero que no lo busque hoy en la noche. Farfullaba ligeramente, como si tuviera la lengua hinchada.

Es mucho mejor con la leche. No estoy en mis cinco sentidos. Supuse que estaba funcionando. Porque, Gordo, una mamada no tiene nada que ver con soplar.



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